Cómo un aparato musical se convierte en un objeto casi infernal.
¿Por qué llamo esta publicación : «El radiocasete embrujado» ? Embrujado o no, lo que os narraré a continuación fue algo que me ocurrió de verdad.
Corría el año 1988, en un otoño frío como pocos, andaba yo una tarde dispuesto a escuchar música con mis hermanos. Casi siempre seguíamos la misma rutina a la hora de escuchar música antes de cenar: Apagábamos la luz, y nos sentábamos en el sofá a escuchar aquellas canciones de pop y rock de la época.
Serían sobre las 7 de la tarde, pero ya era de noche en esa época del año. Estábamos 4 en casa, uno de mis hermanos, dos hermanas y yo, es decir, los más pequeños de la familia, ya que éramos 11 hermanos.
Me senté en el suelo puesto que el sofá estaba ocupado por ellos tres, además que yo me encargaba de cambiar o darle la vuelta a las cintas de casete cuando acababan. Todo seguía como siempre, buenas canciones, momento de relajación y tranquilidad, y de repente el volumen bajó un poco.
Creyeron que fui yo el que bajó el volumen pero no toqué nada, simplemente le subí el volumen y continuamos escuchando música. Al rato el volumen volvió a bajar, pero esta vez más notablemente, a lo que me increparon para que dejase de bajar el volumen. ¡Yo no hacía nada! Ellos no me creían y me alejé del radiocasete después de volver a darle volumen.
No llegaron a pasar ni cinco minutos cuando de repente el volumen subió «a tope». Un radiocaseteradiocasete de doble pletina con dos grandes altavoces, el volumen máximo era muy fuerte.
En esa ocasión si se enfadaron conmigo diciéndome que me fuera de la habitación, y mientras me reñían veía como la ruleta del volumen del viejo radiocasete giraba sola lentamente. A lo que les dije: «¡Mirad mirad!» A penas se veía con la poca luz que entraba por la ventana, pero lo suficiente para ver cómo esa ruleta plateada giraba sola sin que nadie la moviese.
El silencio se adueñó de la habitación, nadie decía nada solo miraban lo que estaba ocurriendo, y de repente el radiocasete cayó de golpe hacia atrás, como si lo hubiera tirado a propósito alguna fuerza que nosotros no podíamos ver.
Recogieron el radiocasete del suelo y lo colocaron encima de la mesa, encendieron la luz y me dijeron que me fuera a ver la tele al comedor.
Con mi poca capacidad de comprensión y análisis, (toda la que podría tener un niño de 7 años) empecé a deducir que puesto que la ruleta del volumen costaba un poco de mover, sería imposible que se moviese sola por estar en mal estado o floja, y menos como lo hizo, girar hacia arriba y hacia abajo, para rematar con el golpe hacia atrás que se dio sin explicación ninguna.
No se habló más de ese tema, pero yo, después de más de 30 años aún lo recuerdo como si fuese ayer. A día de hoy lo llamo el radiocasete embrujado.
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