La roca sin desbastar

Pie de foto de imagen destacada: Tallar la piedra bruta es el principal objetivo de los masones.

Fdo: Duman

Uno de los primeros elementos del que fui consciente en aquella iniciación, nada más retirar lo que me tapaba los ojos, fue esa roca. Esa roca sin forma, virgen y sin modificar. Una roca natural con mil potencialidades en las que enfocarse. Un elemento simbólico al que hay que desbastar o no… eso ya entra dentro de la libertad de cada persona.

Inicialmente se podría definir desbastar como el retirar las partes más gruesas o bastas de un elemento material para labrarla con el fin de afinar, pulir, gastar o debilitar ese objeto. Mientras que, si se utiliza con una persona de forma coloquial, implicaría el quitar la tosquedad o la incultura con el fin de educar. En esta escuela, que es la masonería, todas las personas integrantes son profesorado y alumnado. Todas son pico y piedra, de una manera consciente e inconsciente. Todo ello, con el fin de generar un espacio fraternal de reflexión durante las tenidas (y en ocasiones en pasos perdidos). Es decir, somos piedras que van generando finalmente su morfología rocosa.

Como esos masones operativos de la edad media que extraían las piedras de las canteras para darle forma. Ese objeto que representa lo primigenio, lo inicial o lo primitivo. En definitiva, los inicios.

Del mismo modo que se pasó de esa masonería operativa a la masonería especulativa, se pasó de la piedra desbastada al aprendizaje humanístico y plural en la logia. Alcanzar el saber mediante el método masónico, que es un camino individual y comunitario a la vez.

El concepto de la piedra a nivel simbólico puede ser diverso. Como la piedra, que es consistente, los principios masónicos deben mantenerse en la ruta del aprendizaje. También puede representar esa permanencia que proviene de la antigüedad y que conecta con el ahora. Sedimentos que van quedando y conforman la materia. Con ello, se podría incluso hablarse de la piedra filosofal relacionada con el Templo de Salomón con el fin de hablar de la alquimia para alcanzar ese oro infinito o incluso la inmortalidad. Al final es el símbolo de alcanzar esa utopía que deseamos que exista, la idea de iluminación y perfección.

En este punto siempre me viene a la cabeza un cuento que habla de la utopía, que repito en diversos momentos, ya que para mí es como mi pilar central. En el que un maestro acompañado de su discípulo andando por la playa, el discípulo le pregunta:

– Maestro, ¿Qué es la utopía? – el maestro lo mira y se gira para ver el final del mar.

– ¿Ves el horizonte? Cuando andas hacia el mismo ¿Qué sucede? Se va alejando. Eso… es la utopía. – El aprendiz incrédulo y tras un minuto de silencio le pregunta de nuevo.

– Entonces, maestro, ¿Para qué sirve la utopía? Si nunca la alcanzas por mucho que andes hacia ella.

-Precisamente para eso… para hacernos andar.

La piedra filosofal, la piedra a desbastar o nuestro aprendizaje continuado es un concepto utópico que las personas masonas le vamos dando forma. ¿Cómo? Andando. Es por ello que el trabajo constante y continuado lo conforman.

En ocasiones se puede pensar que en la actualidad la función de la masonería no quede clara. Incluso hay profanos que plantean “conspiranoias”, mientras otros refieren que esa gente lo que le gusta es el folclore de los antiguos gremios de canteros y constructores de templos. Lo importante es para qué nos sirve a la hermandad de esta logia o en qué me sirve a mí como masón, es decir, convertirnos en esa cantera de piedra que ya los fenicios sacaban aquí buen material. Como uno de esos lugares, no muy lejos de aquí es Alona o Alonai. Sería bueno que la masonería sirviera para ayudarnos a mejorar como personas para que a su vez podamos reflejarlo en nuestras relaciones con los demás y en la sociedad. Todo ello, mediante los rituales, símbolos y sobre todo los debates reflexivos en fraternidad. No olvidemos que no importa el grado que tengamos, todas las personas somos eternos aprendices y se desbasta la piedra constantemente, como en el andar hacia la utopía. Cuando se deja de realizar la albañilería-masónica y de “desbastarse“, se deja de andar, quedándonos rígidos y disformes como esa piedra.

Del mismo modo que no es lo mismo escribirlo con V que con B, ya que en el segundo es perfilar para darle forma para formar el templo. En el primero es una destrucción total. Es la destrucción del templo: la devastación. Estos conceptos son similares, pero no iguales; las palabras generan pensamiento, y el pensamiento acción y movimiento. La formación de nuestra piedra es un trabajo constante, pequeños golpes que van dándole esa forma necesaria para colocarlo como pieza en el lugar que le podría corresponder. La piedra como la mente que le vamos dando forma con nuestras creencias, pensamientos y diálogo interno.

La piedra bruta es la “materia prima» amorfa y en la que el recién iniciado/a comienza dando golpes inexpertos. Por ello, es importante, tomar consciencia de otra idea: que no por más piedras existan, implica una mayor construcción y mejor mantenimiento. De esta lección se puede aprender en la misma Biblia cuando se nos habla de la famosa “Torre de Babel” en la que la humanidad dejó de entenderse. Es decir, de escucharse. No por más piedras, no por más alto sea el edificio, nos entendemos mejor.

La masonería es una institución en el que mediante un método se aprende a reflexionar y debatir, además de mover y manejar ciertas emociones. Sus herramientas son importantes pero su piedra también. Sin embargo, no todas las herramientas pueden ser evidentes para los trabajos. No lo olvidemos, yo no lo haré: Cambiar nuestro mundo para cambiar el universo.

Y finalizo con una frase de un escritor del siglo XIX, William George Ward:  “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas». Ajustémoslas, demos forma a nuestra piedra, desbastémonos, pero con B. Con B de Boaz.