En defensa de la masonería portuguesa

La masonería portuguesa celebra el 30 aniversario de su recuperación en Portugal con sabor agridulce y mucha incertidumbre. Ecos de masofobia resuenan en el país lusitano y no es el primer caso que sucede en Europa, como por ejemplo ocurrió en Italia recientemente.  El centroderecha y los ecologistas debaten los flecos de un proyecto de ley que obligaría a los masones a revelar su condición. Desde estas páginas, mandamos nuestras muestras de apoyo y solidaridad a un pueblo que es hermano de todos los países hispanos y al que estamos unidos por vínculos de amistad, historia y cultura.

Así las cosas, la Asamblea de la República de Portugal discute un proyecto de ley que obligaría a los altos servidores públicos a declarar su pertenencia a la masonería. La iniciativa más restrictiva parte del centro derecha portugués (PSD), con 79 diputados,  que pretende rectificar el proyecto originario de los ecologistas (PAN), quienes planean que se incluya en el capítulo de obligaciones declarativas “un campo opcional que permita mencionar, aunque sea de forma negativa, la pertenencia o vinculación a asociaciones u organizaciones que exijan a sus miembros promesas de lealtad o que, por su carácter secreto, no aseguren la plena transparencia sobre la participación de sus miembros”.

Aunque distintos grupos han mostrado su oposición, ambos proyectos suponen una injerencia en la intimidad y en las libertades personales. En estos momentos, están en fase de debate en la Comisión de Transparencia y del Estatuto de los Diputados.

El Gran Maestro de la Gran Logia Legal de Portugal – Gran Logia Regular de Portugal, nuestro Muy Respetable Hermano Armindo Azevedo, ha reaccionado a este ataque a las libertades democráticas con una tribuna que reproducimos:

Es importante señalar algunos hechos y circunstancias de gran relevancia para el debate, especialmente en un año en el que la Masonería regular celebra 30 años de actividad en Portugal. En primer lugar, hay que señalar que la Masonería es una organización única que destaca por su pasado y por todo lo que representa como una de las mayores organizaciones democráticas del mundo. Los masones son respetuosos con las leyes del Estado, defensores de la libertad y promotores de la fraternidad.

La Masonería es, y siempre ha sido, uno de los mayores enemigos de cualquier forma de dictadura. Los dictadores predican caminos únicos de una sola verdad, su verdad o la verdad que les conviene. Bien sabemos que no hay nada peor para un dictador que una organización que pueda albergar -en paz y en su seno- a personas de las más variadas convicciones y tendencias. De ahí, tal vez, la razón de las persecuciones que la Masonería sufría fatalmente, cada vez que un dictador alcanzaba el poder.

A lo largo del tiempo hubo múltiples denuncias de persecuciones, de procesos inquisitoriales, de ataques del poder real establecido por el absolutismo, de procesos de ilegalización, de procesos que intentaron -de forma más o menos atenuada, y a veces al amparo de supuestas leyes de transparencia o de otras creaciones e invenciones- obligaron a los masones a identificarse como tales, independientemente de su voluntad individual y llegando a procesos más o menos inquisitoriales, de ilegalización, de intento de infiltración o de presión e intimidación social.

José Cabral, diputado en 1935, ex sindicalista nacional, director general de los servicios penitenciarios, se convirtió en uno de los nombres más conocidos de la Historia de Portugal. No porque tuviera importancia como político, sino porque sirvió de vehículo a la dictadura de Salazar para llevar a la Asamblea Nacional uno de los proyectos de ley más infames de nuestra Historia, como fue adjetivado por uno de los grandes poetas portugueses: el Proyecto de Ley nº 2 de Asociaciones Secretas, que pretendía identificar a los masones e ilegalizar la Masonería.

José Cabral dijo entonces: ‘”Sé de Estados que no lo toleran. Estados con características idénticas a las nuestras: Estados fuertes y autoritarios, guiados únicamente por la firme noción del bien común, y así sé que la Masonería fue exterminada por el Estado fascista que la declaró incompatible con su propia existencia. Tenemos una doctrina y somos una fuerza, dijo Salazar, y de las mismas fronteras, con la doctrina y con la fuerza de la Masonería”.

En su momento, Fernando Pessoa tuvo la oportunidad de explicar a José Cabral -y a todos los antimasones- lo que pensaba sobre el tema: “No soy masón, ni pertenezco a ninguna Orden similar o diferente. Sin embargo, no soy antimasón, porque lo que sé del tema me lleva a tener una idea absolutamente favorable de la Orden Masónica”. Fernando Pessoa, en esa publicación, afirma que tal proyecto de ley sólo podía ser presentado por alguien -José Cabral- que manifestaba una total ignorancia de lo que es la Masonería. Y el mismo libelo de ignorancia les queda a los que suelen asumirse como antimasones, contra algo que no conocen y no podrán entender”.

Los francmasones siempre han defendido la libertad y por ello lucharon contra la esclavitud, contra la pena de muerte, defendieron la democracia, defendieron al ser humano y también estuvieron en el origen de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Siempre han estado, como lo están hoy frente a la pandemia del Covid-19, en primera línea. Utilizando la fraternidad y la caridad como sus mejores armas.

Por estos valores, la Masonería fue perseguida y encarcelada por déspotas y tiranos. Por Salazar, Franco, Mussolini y particularmente por Hitler, que asesinó, se estima, a más de 200.000 masones. Las naciones evolucionadas del mundo aceptan y están orgullosas de que la Masonería esté presente en sus países. Saben que la Fraternidad es su valor más alto y es inalienable. Y que la práctica de la Masonería nunca interfiere con la política y la religión, aunque a lo largo del tiempo haya sido perseguida por ambas. Sólo los débiles y los cobardes persiguieron a la Masonería durante la Historia, alegando siempre peligros inventados para destruir el derecho a una opción filosófica de vida.

Apelamos a las entidades que gobiernan nuestra Nación al sentido común, a la defensa de los derechos y principios establecidos por la Constitución portuguesa, y a la comprensión de la profundidad de las consecuencias éticas y morales de la aprobación de una Ley que obliga a un hombre libre, para ejercer una función para la que fue elegido, a tener que confesar obligatoriamente las convicciones filosóficas y espirituales que rigen los principios de su vida”.