Masonería y poder en España: “En caso de duda, recurran a los masones”

AUTOR: MANUEL GONZÁLEZ-MORO TOLOSANA

En su libro dedicado a la pintura “Con los ojos bien abiertos”[i] el escritor Julian Barnes, comenta irónicamente en referencia a cierta simbología no del todo aclarada que aparece en la pintura “El Encuentro” de Courbet: “En caso de duda, recurrir siempre a los masones”.

Y así ha sido históricamente. Los masones como comodín para explicar todo tipo de fenómenos, simbologías, guerras, tratados, leyes y epidemias. El poder oculto que mueve los hilos y que es el protagonista indispensable de todas las teorías de la conspiración. La masonería siempre ha sido uno de los actores predilectos para encarnar ese personaje. En esta historia, no es posible pasar sin mencionar a uno de los guionistas principales y cinéfilo y a la sazón Caudillo de España (nada menos que) por la Gracia de Dios, Francisco Franco Bahamonde. Es bien sabido que  a falta de un soporte ideológico sólido que el nacionalcatolicismo, el régimen franquista tuvo que apuntar su discurso en la férrea defensa contra un pérfido enemigo invisible, la celebérrima conjura judeo-masónica.

El mito de los masones (muchas veces en compañía de judíos) moviendo en la sombra los hilos del poder, venía desde luego de mucho antes y no era la primera vez que un gobierno utilizaba el espantajo del poder en la sombra para sus propósitos. Lo curioso de esta historia es que los propios masones en ocasiones, se han contaminado de este relato y han tenido la ilusión de ser el poder discreto real tras el poder visible. La frase “masonería en ningún sitio, masones en todos”, que a veces repiten ciertos masones, aludiría a esa estrategia mediante el cual los miembros de la masonería discretamente se irían infiltrando en todos los ámbitos del poder para así, discretamente imponer su agenda.

En pocas palabras, desde ese punto de vista, se diría que la masonería la herramienta para conseguir el poder en un doble sentido. Por un lado, sería el instrumento para imponer de manera velada una agenda, que no hace falta decir que sería en beneficio de unos pocos. Por otro, serviría a arribistas y gentes sin escrúpulos para encaramarse a puestos de poder a los que no podrían acceder por sus propios méritos. En resumen, la masonería se explicaría por su relación con el poder. Incluso autores, en absoluto anti-masones, como el periodista José Martí Gómez, comenta con cierto sarcasmo, que ya nada queda de la masonería (y su influencia política) en España, a partir de la Transición Democrática[ii].

Lo cierto es que la masonería española -numéricamente pequeña- no tiene ningún poder. Puede que individualmente algún miembro pueda tener un papel relevante, pero en general, su composición se compone de personas corrientes que ni siquiera pueden vacunarse de la COVID-19, hasta que les toque su turno y les llamen del centro de salud. Desde ese punto de vista estarían detrás en su nivel de influencia, de cualquier obispo, cuñado de obispo o alcalde con pocos escrúpulos. Por supuesto ni hablar entonces de empresas más ambiciosas como aprobar leyes, hundir grandes empresas.

Es cierto que en países donde la masonería es más fuerte como Francia, aún se escenifican las relaciones entre el poder político y la masonería. Los candidatos a la presidencia de la República todavía se pasan a exponer sus programas por la Rue Cadet, sede del Gran Oriente de Francia, pero nadie se atrevería a decir que esa Obediencia dicta la política francesa, o, ni siquiera, que es más influyente que la Renault o el movimiento de los Chalecos Amarillos, por poner dos ejemplos dispares.

¿Debe la masonería española lamerse las heridas de su total falta de influencia sobre el poder económico y político, llorando por otros tiempos supuestamente mejores? Mi opinión es que la falta de poder es una bendición. En primer lugar, porque libra a la institución de los arribistas, que como hemos visto en el párrafo anterior, nada pueden obtener. En segundo lugar, porque permite concentrarse en lo que realmente es el trabajo masónico. Y, en tercer lugar, en mi opinión, porque la sociedad a la que deben aspirar los masones debe de ser libre y democrática.

En un mundo tan complejo, globalizado y cambiante como el actual afirmar que nuestra sociedad debe de ser democrática, obviamente excluye la posibilidad de que los destinos del mundo sean decididos entre unos pocos o que unos cuantos influyan en las decisiones que corresponde tomar a todos (y muchos menos en la sombra). Muy al contrario, consiste en profundizar en los valores democráticos marcados en el objetivo 16 de la Agenda 2030. Promover la participación ciudadana con instituciones eficaces y transparentes. Esa debe de ser su conspiración.


[i] Barnes, J. (2015) Con los ojos bien abiertos. Anagrama.

[ii] Martí Gómez, J (2016). El oficio más hermoso del mundo. Una desordenada crónica personal. Clave Intelectual