Cada mes de marzo, cuando se aproxima el día 18, muchos masones, especialmente los de filiación caballaresca, guardan en su memoria un recuerdo para Jacques de Molay, último Gran Maestre de los Templarios.
El caballero murió en la hoguera en 1314 víctima de una conjura política entre el rey Felipe IV el Hermoso de Francia; su confesor, Guillaume de Nogaret; y el Papa Clemente V. Por medio de falsas acusaciones, el objetivo era arrebatar los bienes a los templarios para sanear las arcas de la hacienda francesa.
Más de 700 años después de aquella injusticia a la que se le atribuye una maldición que acabó un año después con la vida de aquellos urdidores que le condujeron a la muerte, París aún no rinde un justo tributo al último Gran Maestre.
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