Una casa supuestamente encantada situada en las afueras de Elda, (Alicante) fue posiblemente, la primera vivienda en la que experimenté fenómenos extraños.

Corría el año 1998, unos amigos y yo encontramos un terreno abandonado casi a las afueras de Elda. Era una villa muy antigua, tenía un terreno con pinada y demás lugares que entonces serían jardines. Cuando descubrimos la vivienda, estaba todo en ruinas, sólo quedaban en pie algunas partes de la casa. Se podía percibir que la casa se construyó en dos partes, una era una especie de establo, donde se podían ver herramientas de arado y un tractor. La casa era de una construcción más moderna, pero aún así sería seguramente de principios del siglo XX por su tipo de arquitectura. No nos imaginábamos que pudiera estar la casa encantada.

Una casa encantada
Lugar en donde estaba la casa abandonada

Por aquel entonces, mis amigos y yo pasábamos las horas en la calle. Siempre buscábamos un lugar donde pasar el rato sin que nadie nos molestara. El encontrar una casa abandonada, fue como un caramelo para nosotros ya que su acceso era sencillo, sólo había que pasar de lado por la puerta de rejas que había a la entrada del terreno. Íbamos todas las tardes sin pensar que ese terreno pertenecería alguien, jugábamos, algunas noches cenábamos allí y realizábamos todo tipo de actividades para entretenernos.

Un visitante inesperado


Pasó el tiempo y dejamos de ir un par de semanas, y al volver nos llevamos un buen susto. Estábamos en el piso superior de la casa y escuchamos ruidos en la parte de abajo, en una zona que aun no habíamos entrado. Bajamos con un palo de escoba y velas para ver quién había ahí abajo. A través de un agujero en la pared que daba a la zona donde nunca entramos, pudimos ver una silueta que movía cosas de un lado a otro. Uno de mis amigos gritó: «¿Quién eres?» Y la persona que había ahí dentro pegó un grito, pues se trataba de un «sin techo» que estaba cogiendo unas cosas.

El hombre salió por el agujero de la pared y nos dijo que sabía que unos jóvenes entraron en la casa, y que no quería hacer mucho ruido por si le hacíamos algo. Nosotros le tranquilizamos y le dijimos que podía estar ahí que no nos importaba, sólo pasábamos un rato con amigos. El hombre nos explicó que estaba recogiendo sus cosas para irse de allí, porque le daba miedo la casa. Nosotros le preguntamos por qué decía eso, y decía que escuchaba voces por las paredes, veía moverse objetos, puertas y ventanas se abrían y cerraban solas. En ese momento se cayó para atrás hacia dentro del agujero de la pared, y lo cogimos como pudimos. Decía que había notado un tirón y por eso se cayó, y la verdad es que fue hacia atrás de una manera muy brusca, como si alguno de nosotros le hubiese empujado.

Una casa encantada
Agujero en una pared


Cogió todo lo que tenía y lo metió en un antiguo carro de compra de tela, y antes de irse nos dijo: «Yo de vosotros me iría de esta casa y no volvería, está llena de almas.» Mis amigos no le dieron importancia a lo que dijo, pero sí hablamos durante días del susto que nos dio aquel hombre.

El primer fenómeno extraño en la casa


Una mañana de un fin de semana, fuimos un amigo, su pareja y yo. Salí de la habitación donde ellos estaban ya que querían estar solos, y me puse a mirar por las habitaciones. En una de ellas había una chimenea, y en ella habían fotografías antiguas medio quemadas. También habían unas manchas de un color rojo casi negro por las paredes y parte del suelo. En ese momento me llamó mi amigo gritando, y me preguntó si yo estaba hablándole por detrás de la puerta, y no, yo estaba a la otra punta de la casa sin hacer ningún ruido.

Decía que alguien dijo: «Idos de aquí» tres veces, cada vez que lo oían me decían que me callase, pero claro yo no estaba ahí. No supimos qué fue aquello. Al día siguiente, después de comentar lo sucedido con los demás amigos, fuimos un buen grupo y empezamos a jugar al escondite y cosas de ese tipo. Recuerdo que un amigo y yo nos escondimos dentro de un ropero. Me dijo, si entran en la habitación abren y nos ven enseguida, pues cerramos con un cerrojo que tenía la puerta de la habitación. Nos volvimos a meter en el armario y a esperar a ver si nos encontraban.

A los 5 minutos, ya notábamos un poco de claustrofobia por estar ahí ese tiempo, y de repente notamos que el armario vibraba, y se escuchó un fuerte sonido en la parte de abajo del armario. Salimos corriendo y vimos que el pesado ropero estaba a unos dos metros más allá de donde estaba antes de meternos dentro. Ni cortos ni perezosos nos fuimos pitando de la habitación, contamos lo sucedido y a penas algunos nos creyeron, pero eso hizo que dejáramos de armar escándalo.

Al rato vimos cómo la puerta de la habitación en donde estábamos se cerró y abrió varias veces y con mucha violencia. Algunos de mis amigos decían que notaban un pitido muy fuerte en los oídos, yo también empecé a notarlo. El pánico se hizo en el lugar, algunas chicas lloraban y otros chicos gritaban de pánico. Yo en cambio me quedé paralizado, pues estaba observando un fenómeno poltergeist del cual ya había leído sobre él, pero no presencié hasta ese momento uno de tal magnitud. Decidimos irnos de allí todos juntos, acordando que no volviéramos jamás por aquel lugar.

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De vuelta a la casa encantada

Por desgracia, cuando uno es joven, las promesas en ocasiones se las lleva el viento, y a pesar de saber que esa era una casa encantada, volvimos a quedar para volver a ir de nuevo. Quedamos una tarde para ver si ocurrían algunas cosas más. Yo me llevé una grabadora SONY de cinta de casette, la que usaban en la Asociación Parapsicológica Eldense, por si podría captar alguna voz en el intento de hacer una psicofonía.

Casi llegando, llamé a uno de mis amigos para saber si ya habían llegado y no entrar solo al lugar, y me dijeron que estaban dentro y que me esperaban. En ese momento escucho un grito muy fuerte a través del teléfono y se colgó. Nervioso empecé a andar más rápidamente para ver qué había pasado. Sin querer metí el pie en un agujero que había por camino pedregoso que llevaba a la casa. Me rompí el tobillo, no sabía qué hacer, tenía el pie medio colgando, con un dolor indescriptible, decidí volverme a mi casa «a pata coja». Me agarraba por las paredes y árboles, hasta que llegué a mi casa y llamé a mi familia desde el timbre de abajo, y que avisaran a alguien para que me llevasen al hospital.

A los dos días, recargué el saldo de mi teléfono y llamé a uno de mis amigos para quedar, y fui con mis muletas y mi pie enyesado a donde quedamos. Lo que me sorprendió es que algunos de mis amigos estaban con escayolas y con vendajes. Pregunté y me dijeron que cuando quedaron conmigo para ir a la casa, escucharon unos ruidos por algunas zonas de la casa. Y al poco rato y una de las habitaciones se hundió bajo sus pies, y casi todos cayeron abajo. Fue justo en la zona de la casa donde yo iba a poner la grabadora a realizar la psicofonía. Por suerte todos sobrevivieron al accidente, pero con heridas y magullados. Uno de mis amigos decía que se pensaba que habían muerto. Realmente al verlos ahí medio enterrados entre cascotes de piedra y cañizo, no pudo pensar otra en cosa.

Por supuesto que no volvimos a aquella casa, o por lo menos que yo sepa ninguno de mis amigos de entonces lo hicieron. De aquella casa ya no queda nada, solamente queda el terreno. A veces pienso que mi torcedura de tobillo me salvó de algo más peligroso. Quién sabe lo que hubiese pasado si llego a entrar en ese momento a la casa, quizá ya no estaría aquí.

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