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RÉGIMEN ESCOCÉS & RECTIFICADO: Escuela de Virtud y Sabiduría
Por Diego Cerrato
Las lapidarias sentencias que encabezan esta exposición, fundamentarán, en todo momento, la carrera masónica en la Orden según el Régimen Escocés Rectificado, y pondrán a prueba continuamente el avance de todo masón que haya optado libremente por esta vía hasta el mismo día de su paso al Oriente Eterno.
[av_dropcap1]H[/av_dropcap1]aremos bien, pues, en detenernos sobre las posibles aristas que nos puedan presentar, pues el camino masónico no es otra cosa que una vía de virtud en una “Orden cuyas bases esenciales son: la religión, la virtud, la beneficencia y el amor a la verdad. […donde] los masones deben dedicarse al estudio y a la práctica constante de una moral depurada por la religión, ejerciendo todas las virtudes religiosas, humanas y sociales” .
Entender correctamente esto evitará, sin duda, perderse en disquisiciones vanas y obscuras entelequias, mostrándonos, tal como advierte Jean-Marc Vivenza , el verdadero carácter operativo del Régimen Rectificado y su vocación espiritual.
“…sólo la Virtud lleva al hombre a la Luz”.
Rit. Ap., Cap. XV, El Aprendiz recibe la Luz
La palabra virtud proviene del latín virtus, cuya raíz latina vir designa al “varón”, en tanto que “individuo”, asociándose a la idea de masculinidad (virilitas), y vir viene a su vez de vis, que significa fuerza. De esta manera la virtud, en su sentido originario, sería la fuerza propia del hombre.
Desde esta significación física el término ha ido adquiriendo una significación analógica más espiritual y finalmente moral. En nuestra Orden, la fuerza que asiste al Masón está en su fe y proviene del Eterno.
En general, el concepto de virtud hace referencia a una cualidad positiva que permite producir ciertos efectos, cualidad estable de la persona, ya sea natural o adquirida. Los distintos usos del término hoy en día están vinculados a la fuerza, el valor, el poder de obrar, la eficacia de una cosa o la integridad de ánimo.
Las virtudes pueden ser intelectuales (vinculadas a la inteligencia) y morales (relacionadas con el bien o la bondad). La virtud intelectual está formada por la capacidad de aprendizaje, el diálogo y la reflexión en la búsqueda del conocimiento verdadero; dentro de sus límites, es posible distinguir entre la razón teórica y la razón práctica.
VIRTUD Y MORAL
La virtud moral, por su parte, es la acción o el comportamiento moral. Se trata del hábito que es considerado como bueno y conforme a la ética, un “hábito operativo bueno”, una disposición permanente que inclina, de un modo fuerte y firme, a una potencia para actuar conforme a la recta razón.
En el cristianismo, las virtudes teológicas, sobrenaturales o infusas son aquellas que, de acuerdo a la doctrina cristiana, Dios concede al hombre para que actúe como su Hijo Jesucristo, modelo de Virtud y expresión luminosa de “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14:6).
GREGORIO MAGNO
Será a partir del Papa Gregorio Magno (540-604), partiendo de la clasificación de los siete pecados capitales dentro de la Iglesia, y con base en las escrituras sagradas, cuando se redactan y organizan las siete virtudes cristianas, cuatro cardinales: Justicia, Templanza, Prudencia y Fortaleza, adquiridas y perfeccionadas por la voluntad del hombre, y tres teologales: Fe, Esperanza y Caridad, infundidas en el hombre por la gracia de Dios.
Estas virtudes orientarán posteriormente las ideas sociales y políticas de “perfección” o “rectitud” de orden moral -o sea, la consecución del Bien como objetivo preferente- que acabaron prevaleciendo en la cristiandad. La virtud cristiana, pues, ya no incumbirá tanto a la idea de fuerza o valor heroico del hombre, sino a la de santidad, donde debe recoger “el fruto del Espíritu [que] es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza” (Ga 5:22).
VIRTUDES VENCEDORAS
No obstante, las virtudes que vencen a los pecados capitales quedarán reflejadas en las cualidades que debe tener un Caballero medieval y así quedan recogidas en los diversos Códigos de Caballería. Un Caballero debe ser leal, tolerante, lo que implica ser misericordioso y paciente, templado o resistente, ya que debe acostumbrarse a beber y comer con moderación y contener sus apetitos sexuales; generoso, humilde, y no vanagloriarse de sus éxitos, sino alabar los logros de los demás; valeroso para tener el coraje y la voluntad de hacer lo correcto.
Este espíritu caballeresco prevalece hasta nuestros días en nuestra Orden en la clase de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa.
La Francmasonería Rectificada, donde las virtudes cristianas son el fundamento del proceso iniciático, queda definida en nuestra Orden como “una escuela de virtud y sabiduría, que conduce al Templo de la verdad, bajo el velo de los símbolos, a los que la aman y la desean”.
TEMPLO DE SALOMÓN
El emblema del Templo de Salomón representa al masón su carácter operativo, que no debe ser otro que “elevar en su corazón un Templo a la virtud, con el mismo grado de perfección que alcanzó el construido por Salomón” .
Este estado de virtud que el masón desea manifestar concierne a su estado primigenio, a su naturaleza esencial según su imagen y semejanza divina, representado por el Templo de la Verdad que le fue ocultado tras su “caída” y que debe desvelar con la ayuda de “las lecciones que la Orden te ofrece, para facilitarte el camino de la verdad y la felicidad, [si estas] se graban profundamente en tu alma dócil y abierta a los efectos de la virtud…” , llegando a penetrar de nuevo algún día hasta el Santo de los Santos.
EL HIJO DE LA LUZ
“El hijo de la Luz… extraviado en las tinieblas” , expuesto a continuos y nuevos peligros entre los “groseros vapores de la materia” que le mantienen bajo los “vanos sofismas, que prueban la degradación del espíritu humano cuando se aleja de su origen”, sufriendo de continuo los siete vicios o pecados capitales, necesita, para revertir la inercia y el peso de su ignorancia, someterse por su propia voluntad a un compromiso firme de mantener “un verdadero deseo de llegar a la verdad por la práctica de la virtud” , única vía que la Orden ofrece, vía sapiencial, como nos ha sido anunciado y detallaremos más adelante, donde el amor y el deseo perseverantes hendirá “el velo de los símbolos”.
“Sólo la Virtud es imperecedera”.
Ritual MESA, Capítulo XII, Primer Discurso
Tal como expone Jean-Marc Vivenza, “la realización de la obra de purificación obtenida por la práctica de las virtudes se impone así como la “vía” por excelencia que propone el Régimen Escocés Rectificado a sus miembros, “vía” presentada bajo la forma de un camino que se remonta hasta la esencia primitiva de la que el hombre se alejó por su desgracia, de una lenta ascensión hacia el centro de la Creación que había establecido nuestro primer padre, en tanto que agente inmediato de la Divinidad, en un estado de gloria y de perfección: ‘Por lo tanto, debe hoy, para retornar a este centro del que ha descendido, escribe Willermoz, remontar por el mismo camino y pagar a cada uno de sus principales agentes el tributo de expiación y de justicia que le es impuesto para recobrar los siete dones espirituales que poseía en su plenitud.
TRIBUTO DE EXPIACIÓN
Es este tributo de expiación y de justicia el que el hombre debe comenzar a pagar aquí abajo, aunque no pueda satisfacerlo plenamente en tanto que está ligado a esta forma de materia que continuamente le expone a nuevos peligros.
Su trabajo aquí abajo es el de purgar con mucho cuidado los siete vicios, o pecados capitales, opuestos a las siete virtudes que por sí mismas pueden procurarle los siete dones del espíritu ’ (Lecciones de Lyon, nº 103, miércoles 23 de octubre de 1776, W)” .
TEMPLO DE LA VERDAD
Llegar al Templo de la Verdad por la práctica de la Virtud implica un proceso interno donde sólo se puede acceder al conocimiento profundo de la Verdad, a la dimensión inescrutable que revela su verdadero sentido, a través de una transformación radical de uno mismo desde el Camino que se nos va trazando desde la Luz, al mismo tiempo que su claridad nos abre internamente iluminándonos por dentro.
La Verdad no se identifica aquí con la elucubración de teorías o hipótesis más o menos plausibles en torno a cuestiones trascendentes, sino con un estado del Ser desde donde se percibe su única Realidad o principio espiritual.
LUZ DEL ESPÍRITU
El término “Virtud” adquiere también de esta forma un sentido más amplio del que solemos atribuirle de ordinario: virtuoso no es solo el que actúa de una determinada manera sino, más radicalmente, el que está en contacto con su propia virtus (= potencia o esencia), con su potencial de ser plenamente humano, con su Verdad íntima. La persona virtuosa adquiere sabiduría cuando percibe desde su “origen” divino, centro de toda Virtud, liberándose así de los “vanos sofismas” de este mundo.
Esta Luz del Espíritu, “primera vestimenta del alma” , reviste nuestra naturaleza primigenia emanada de Dios, donde habita la Virtud por su semejanza divina, “pero, ¿quién podrá reconocerla, si él mismo la desfigura?” “El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios” , disipando las sombras que desfiguran y encubren esta semejanza.
Solo al ser humano virtuoso le está permitido ser dúctil y transparente a su Verdad profunda, llegando así a encarnar y representar de forma elocuente la Luz, obrando según el Logos , escuchándolo, habiendo purificado su mirada y aguzado sus oídos, hasta el punto en que las cosas le revelan sus secretos y los velos desaparecen “porque sus ojos han sido abiertos y las tinieblas se han disipado…” .
La Sabiduría brota de esta misma luminosidad divina. La persona sabia escucha y da voz a esa Realidad primera que emana de la “Fuente única de todo bien y de toda perfección […] que ha dado el ser a todo lo que existe” , no habla meramente desde sí limitándose a decir lo que permiten sus elementales luces individuales en las que “Los prejuicios forman a menudo una barrera impenetrable”.
El sabio necesariamente es virtuoso, es el espejo limpio de la Luz, el que la refleja. La Sabiduría se da desde la Virtud, la Virtud alumbra la Sabiduría. Por lo tanto podemos afirmar que en la Virtud reconoce el hombre su Luz, y que la Sabiduría y la Virtud constituyen el Templo de la Verdad.
COMPROMISO FIRME
Este conocimiento de la Verdad no es accesible sin que haya un compromiso firme con la propia integridad, lo cual implica adentrarse en un camino de purificación, en una iniciación vital, tras la cual la visión de la persona y del mundo sufre un cambio radical. Solo esta transformación puede alumbrar y sostener el conocimiento Real, la comprensión profunda desde el ser: la visión interior, la Luz inalterable.
SABIDURÍA
La Sabiduría nos dice que conocer profundamente algo es serlo; que tener información acerca de algo no equivale a conocer directamente ese algo; de lo primero se ocupa la mente, de lo segundo, el Ser. Hablamos por tanto de un conocimiento que transforma radicalmente, porque se trata de conocer el Ser desde su origen esencial, desde su eseidad, donde habita la Verdad y la Virtud (esencia o potencia), donde conocer y ser es la misma cosa.
Toda transformación permanente de nuestro ser se origina desde una toma de conciencia o comprensión de algún aspecto de la Verdad, y, paralelamente, toda comprensión profunda nos transforma. La filosofía explica, la ciencia describe, pero sólo la Sabiduría nos transforma.
CONSTRUIR Y CONOCER
Construir, Conocer, Comprender o Ser (todo es lo mismo en el caso que nos ocupa) el Templo de la Verdad que los masones elevamos a la Virtud, implica, como hemos dicho, un proceso de transformación profunda que hace de nuestro corazón un verdadero “asilo para la virtud, así como un muro infranqueable para el vicio, al tiempo que un santuario de la verdad…”.
Solo desde esta centralidad de nuestro Ser podremos avanzar del Porche al Santuario, cumpliendo, según J-B Willermoz, con el único objetivo de la Iniciación.
SANTUARIO DE DIOS
Desde ahí comprenderemos la Verdad: que somos santuario de Dios y que el Espíritu de Dios nos habita (1 Co 3:16). Conocer esta Verdad es conocerse a sí mismo, en tanto que somos espíritu divino, y en este conocimiento de sí mismo radica la Virtud y la esencia de la Sabiduría, y por lo tanto la “Perfección moral de sí mismo”: “Desciende a menudo hasta el fondo de tu corazón, para escudriñar en él los rincones más escondidos” , y hallarás que “El espíritu de la verdad (…) mora en vosotros y en vosotros está” (Jn 14:17). “El conocimiento de ti mismo es el gran eje de los preceptos masónicos” y “la llave de todos los misterios”.
Este conocimiento trasciende cualquier examen psicológico de las modalidades particulares de nuestro ser, llevándonos más profundamente a la base y el fundamento de todo lo que es, pues “Quien se conoce a Sí, conoce todas las criaturas”.
TRADICIONES INICIÁTICAS
En este sentido, todas las tradiciones de sabiduría han coincidido en afirmar que nuestra transformación real es una función del conocimiento de sí mismo (pues la modificación de nuestro modo de ser y de actuar que no se sustenta en un incremento de nuestra comprensión es solo hábito, condicionamiento o compulsión), y este verdadero conocimiento es sinónimo de transformación (es decir, no es el conocimiento que aporta la mera información, la mera explicación o la mera descripción).
En nuestra Tradición masónica, este conocimiento de sí mismo conlleva la rehabilitación en la Luz primigenia de la visión escindida, degradada y fragmentada del ser humano en su forma ordinaria (donde anida el vicio y se teje la ilusión), producto de la “caída” donde olvidó su propia identidad: la oscuridad es el olvido de sí mismo.
CÓMO TRASCENDER
Para trascender o revertir ese estado de olvido necesita recordarse a sí mismo tal como era en su origen verdadero, en su virtus (esencia o potencia). Este conocer requiere, por tanto, recordar , “con un verdadero deseo de llegar a la verdad por la práctica de la virtud” , lo que el “Hijo de la Luz” y “de la Virtud” siempre ha sido, es y será por toda la eternidad. Es un proceso íntimo que se vive desde “el silencio, el retiro y la calma de los sentidos, [donde] el sabio se despoja de sus pasiones y prejuicios, y da pasos seguros en el sendero de la virtud y de la verdad” .
MÉTODO DE LA WILLERMOZ
“Este es el método del Régimen Escocés Rectificado, la obra propia y específica del sistema querido por Jean-Baptiste Willermoz que, por ser austero, no por ello deja de contener las herramientas esenciales para proceder a una verdadera reconstrucción del ser, para restablecerle la plenitud de la gracia de Dios reintroduciéndole en la comunión, por desgracia rota, con el Eterno. […] el Régimen Escocés Rectificado es, en sí mismo, en toda su estructura piramidal y jerárquica, en sus diferentes niveles, bajo reserva de ser vivido correcta y fielmente, una profunda y penetrante “operación” de purgación salvífica, de reconstrucción regeneradora, de despertar de la criatura a la verdadera fe, una “vía” efectiva de soberana santificación” .
LA PROPUESTAS DE LA ORDEN
En definitiva, lo que la Orden nos ofrece, lo reiteramos firmemente para que no haya lugar a la más mínima duda, es “una escuela de virtud y sabiduría, que conduce al Templo de la verdad, bajo el velo de los símbolos, a los que la aman y la desean”, y por ello esta Orden, de dimensión puramente espiritual , “nunca os abandonará, si conserváis inviolablemente el amor a la Virtud, a la Sabiduría y a vuestros Hermanos”.
Si habéis entendido bien lo que esto significa, entonces sí, verdaderamente “Desde hoy, formáis con nosotros una clase distinta de hombres consagrados, por gusto y por deber, al ejercicio de las virtudes y al estudio de los conocimientos que conducen a ellas” .
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