España, qué palabra tan peligrosa y manoseada. Sirva esta plancha para meternos en el berenjenal de reflexionar sobre la necesidad de articular una masonería española que nos reconcilie con nuestra historia y nuestros valores.
A modo de introducción, recordemos que la masonería llega a España en 1728 de la mano de la Gran Logia de Inglaterra.
El duque de Wharton funda en Madrid La Matritense. Este hecho no significa que hubiera una existencia orgánica como tal, sin embargo, fue el punto de partida.

El despegue real se produce con la invasión napoleónica de 1808. De la mano de José I Bonaparte se esparce la masonería liberal o bonapartista por España como un instrumento político para propagar los llamados ideales afrancesados.
LOGIAS LAUTARINAS
Posteriormente, en torno a las logias lautarinas, se propugna el desmantelamiento del Imperio Español en una sucesión de guerras civiles que dividieron y fragmentaron la américa española en un crisol de repúblicas.
El siglo XIX y el primer tercio del XX quedan dominados por una masonería que se identifica plenamente con los valores liberales y a la que, por parte de la España tradicional, se la acusa de ser la causante de la destrucción de todo aquello que encarna la hispanidad.
DIFÍCIL CONCILIACIÓN
Aparéntemente la génesis de la masonería en España hace difícil una conciliación entre aquello que para algunos significa la nación española y aquello que representa la masonería.
La masonería bebe, por un lado, de los valores de la Ilustración francesa y de los principios filosóficos que emergieron en la Inglaterra del siglo XVIII. Su creación orgánica hay que atribuírsela a los pastores protestantes Anderson y Desaguliers.
Con estos mimbres en los que España, precisamente tiene poco que aportar, se expande la masonería por el mundo.
LEYENDA NEGRA
Los valores masónicos coexisten con la propia interiorización por parte de la sociedad española de los siglos XIX y XX de aquello que se denominó por Julián Juderías como leyenda negra.
En esencia, este concepto representa la criminalización sistemática de la historia y la identidad española, idea abrazada tanto en la España peninsular como en la americana y que alcanza un auge extraordinario en nuestro peor siglo de la historia: el XIX.

Así las cosas, el pensamiento masónico se aleja de lo hispánico para abrazar aquello que procede de nuestros vecinos y con los que se anhela alcanzar un nuevo norte y la modernidad.
IDEAS REACCIONARIAS
Paralelamente, el tradicionalismo español se refugia en lo antagónico y considera que España como tal sólo es posible bajo un catolicismo férreo y articulada en torno a los valores imperiales de los siglos XV, XVI, XVII…
Si existe una leyenda negra antiespañola, paralelamente se promueve otra leyenda negra antimasónica que se articula perfectamente en intelectuales referentes de la generación del 98. Ramiro de Maeztu plasma este pensamiento en su obra ‘En defensa de la hispanidad’.
Ramiro de Maeztu carga contra la masonería en su obra cumbre
Éste declara perfectamente que lo masónico es antiespañol y de modo indirecto sustenta intelectualmente la caza de brujas que sufrimos posteriormente y que lleva a la creación de un tribunal ad hoc para reprimir la masonería.
DIVORCIO IRRECONCILIABLE
Pero Maeztu no es el único que se apunta al bombardeo. Pérez Galdós en ‘El Grande Oriente’, cuarta novela de la segunda serie de los ‘Episodios Nacionales’, retrata una masonería constituida como un cuerpo un tanto pintoresco cuya función más íntima consiste influir en la política y obtener prebendas personales y regalías para sus miembros.
Así parece constarse la existencia de un divorcio irreconciliable entre la España que se considera continuadora del rey Recaredo, los Reyes Católicos y Santa Teresa de Jesús, con la España masónica que quiso emerger a la modernidad desde las Cortes de Cádiz y los valores ilustrados.
CON EL CORAZÓN PARTÍO
Aquellos que nos sentimos tan masones, como españoles, tenemos el corazón partío.
Hemos de preguntarnos por qué no es posible recuperar y defender lo mejor de nuestra cultura para integrarlo en la masonería, al igual que han hecho otros países.

Ciertamente, en la historia de España hay infinitamente más luces que sombras, y más cosas de las que enorgullecerse que ocultar. Por tanto, una masonería con acento español ayudaría a conciliar ambas pulsiones.
UN PAÍS DE PROGRESO
Somos cuna del humanismo y del parlamentarismo. Aquí surgió la Escuela de Salamanca para repartir más justamente la riqueza de las naciones.
Aquí nació el derecho internacional y las primeras nociones de los derechos humanos
América está regada de universidades antiquísimas que desmontan los mitos del expolio y jamás en las Españas se practicó ni el extermino de su población autóctona, ni la segregación racial, más aún, se fomentaron los matrimonios mixtos.
A vuelapluma, se trata de un sinfín de aportaciones que han sido deliberadamente ocultados bajo la alfombra tras el encumbramiento de nuevos ejes culturales anglosajones y francófonos.
Estas naciones han guiado al mundo en los dos últimos siglos y nos han inoculado el concepto de que el progreso son ellos y tras ellos la nada y el caos.
MASONERÍAS NACIONALES
Este debate, sin embargo, no es nuevo. Muchos países cuentan con su propia tradición masónica, alejada de la identificación entre afrancesados o anglófilos.
Incluso México tiene su propio rito, que se ha utilizado para vertebrar su sociedad
Expuesto esto, desde una visión internacionalista e integradora, surge la necesidad acuciante de reivindicar y crear una masonería propia española, que se sienta heredera de nuestro ser y sea capaz de arrojar al mundo la luz que desde esta nación ha salido al resto.
INTELECTUALES ESPAÑOLES
Sin menoscabo para el hermano Voltaire, y otros filósofos como Rousseau o Montesquieu, también podríamos estudiar a nuestros masones con mandil y aquellos otros sin mandil, como fueron Francisco de Vitoria, Juan de la Cosa, Jorge Juan o Miguel Servet…, entre otros muchos.
COOPTACIÓN EXTRANJERA
Es momento de decir basta ya a la cooptación de la masonería española por parte de la Gran Logia Unida de Inglaterra, por un lado; y del Gran Oriente de Francia, por el otro.
¿De verdad alguien se imagina a Alemania, Italia o los Estados Unidos consintiendo órdenes o imposiciones de potencias masónicas de otros países?

En España esto pasa y nosotros, los masones, tan sumisos, lo aceptamos. No importa si estamos adscritos a la masonería regular o la liberal. El ninguneo es palmario y muchos se complacen en consentirlo y hasta alimentarlo.
TRADICIÓN MASÓNICA
España tiene entidad, autoridad, tradición y capacidad para construir su propia masonería. La reivindicación final de esta plancha es ésa.
Pasados más de 40 años desde la restauración de la masonería en la Transición, hay que preguntarse por qué y cómo hemos llegado a este punto y por qué sigue existiendo una dependencia pueril, infantil y hasta humillante de nuestra masonería con respecto a las precitadas potencias extranjeras.
POR NUESTRA DIGNIDAD
Si sabemos que tenemos un problema, también sabemos que tenemos que resolverlo. Muchas logias ya han emprendido el camino para aportar su granito de arena a la recuperación de la dignidad a la masonería española.
Afortunadamente existe quien lo apoya, porque tal vez exista una conciencia colectiva de que esto es real y está pasando.
Seamos luz que guíe estos pasos y seamos hijos de la viuda sin que nos obliguen a renunciar a ser lo que somos.