Los símbolos ocultos de la masonería en Elda, una ciudad alicantina
FUENTE: DIARIO INFORMACIÓN
A continuación, reproducimos el artículo publicado por el diario Información de Alicante el 27 de diciembre de 2020.
Existen ciudades que guardan ocultas en su trazado urbano, en sus nombres y en su historia, las huellas ocultas de la masonería. Modestamente, sin llegar a ser Cádiz, ni Washington, Elda es una de esas urbes que en el primer tercio del siglo XX se desarrolló al amparo de los ideales de filantropía, humanismo y progreso que propugna la masonería.
A ojos de los profanos, poca trascendencia tienen nombres que para los iniciados están repletos de simbolismo. Rematando la Ciudad Vergel, se encuentra la avenida de Las Acacias, árbol sagrado para los hijos de la viuda que simboliza la inmortalidad. Dicha barriada se levantó en 1932 bajo las ideales de acercamiento del hombre la naturaleza, curiosamente en la etapa de mayor expansión de la masonería. ¿Casualidad?
Igualmente, denominaciones como barrio de la Fraternidad recuerdan a la invocación de hermandad que realizan entre sí todos los masones del mundo. El nombre de barrio El Progreso y algunas de sus calles, guardan extraños paralelismo con el constante llamamiento que realizando los masones liberales a favor del progreso de la humanidad. También la plaza Sagasta no sólo recuerda a un político, si no al Gran Maestre y Soberano Comendador del Gran Oriente de España. Su pavimento original y aún hoy algunas de sus partes, son ajedrezadas, al igual que el suelo de los templos masónicos.
Éstos son sólo algunos de los ejemplos más visibles. Probablemente por la ignorancia de las autoridades franquistas, escaparon a la terrible persecución que contra los masones se desplegó, y de forma particularmente virulenta, contra los eldenses, culminando con el asesinato de Ángel Vera Coronel mientras ocupaba la Gobernación Civil de Zaragoza. La deuda histórica con este carismático prohombre, fundador del Banco de Elda y también presidente del Club Deportivo Eldense, se saldó hace unos lustros al concedérsele una plaza en la que hay una placa donada por la logia Constante Alona repleta de simbología masónica.
Para los iniciados, en cambio, estas nominaciones y lugares abren un universo simbólico que evoca el pasado glorioso de toda una dinastía de dirigentes y empresarios del calzado que recibieron y divulgaron las enseñanzas de la masonería y fueron los responsables de la trasformación de Elda.
Los guiños a la masonería no se detuvieron con la fecunda expansión que alcanzó durante la II República. Construida hace apenas un par de décadas, las piedras cúbicas que desde la rotonda de los rotarios saludan a los que acceden y salen de Elda por la avenida del Mediterráneo, son el último brindis realizado, ya en tiempos contemporáneo, a los seguidores del arquitecto Hiram Habif. Todo masón es una piedra bruta que busca su perfeccionamiento personal hasta convertirse en una piedra cúbica perfectamente aquilatada para el levantamiento del templo de la humanidad. Y hete aquí la explicación a los bloques de granito que cada día ven miles de conductores sin que nadie se pregunte el por qué de su existencia.
Los nombres de los eldenses ilustres que han pertenecido a esta orden universal que en España, bajo los auspicios de los grandes orientes, alcanzó un auge extraordinario en el periodo comprendido entre la promulgación de las Cortes de Cádiz en 1810 y hasta el advenimiento de la II República en 1931, es extensa y renombrada.
Si hay que empezar por un masón famoso, la lista ha de encabezarla el eldense Emilio Castelar. Aunque no se ha encontrado su ficha de afiliación, el hecho de que prologara los dos enormes volúmenes de la ‘Historia General de la Masonería’ publicada en 1889 y que se custodia en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, es un dato suficientemente indiciario.
Su estatua es una réplica exacta de la levantada en Madrid por el también masón Mariano Benlliure. La efigie que se encuentra en Elda, está asentada sobre un basamento obra del artista Florentino del Pilar que posee claros elementos distintivos de la masonería: glorias al trabajo y la cantería, de cuya tradicional gremial procede la masonería. También glorias a la agricultura, así como una alegoría a la sabiduría y la elocuencia a cuya lateral en bajorrelieve hay grabada una caduceo, emblema del dios griego Hermes Trismegisto, portador de los saberes herméticos que siguen los masones. No es de extrañar encontrar estos elementos si se tiene en cuenta que en la Comisión Ejecutiva del Monumento a Castelar constituida en 1926, existían varias de las personas que posteriormente integrarían la logia Amor de Elda y que se formaron previamente en la logia Numancia de Alicante.
Precisamente el imponente monolito que se levantó en los años 60 en el colegio Padre Manjón, se dedicó al dios Mercurio, cuyo homónimo griego es Hermes, también protector del comercio. Recientemente restaurado, además de su característica caduceo, porta un zapato en la mano. Es evidente que en los años 60 no había masonería en España, aunque no deja de ser un hecho llamativo por el que cabe preguntarse.
LA INCÓGNITA DE SEMPERE Y GUARINOS
Una incógnita no suficientemente investigada es la posible adscripción a la masonería del ilustrado eldense Juan Sempere y Guarinos. Falleció en el más absoluto ostracismo en 1830 por sus simpatías hacia los afrancesados frente al despotismo de Fernando VII. Precisamente fueron los afrancesados los responsables de la expansión de la masonería liberal en España, agrupados en distintos orientes. Así, se cree que Carlos III contó con ministro masones. Sempere y Guarinos perteneció a la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, el equivalente español de la Royal Society, que fue un hervidero de intercambio de los masónicos valores de libertad, igualdad y fraternidad.
La masonería en Elda ha contado con dos periodos distintos bien diferenciados. Por un lado, la desarrollada bajo los auspicios de la logia Fidelísima en 1886 bajo la veneratura de Pablo Guarinos, de la que existe poca documentación. Por otra parte, en 1927 levantó columnas la logia Amor, a la que pertenecieron insignes figuras, como el industrial Joaquín Porta Rausá (simbólico Actividad), el citado Ángel Vera Coronel (simbólico Plutarco) y su hermano Jenaro (Estrella), el industrial y alcalde Emérito Maestre (simbólico Castelar), el también industrial y alcalde Vicente Gil Navarro (simbólico Cafiero) o el dirigente socialista Luis Arráez, quien llegaría a ser Secretario General de la Federación Provincial Socialista en 1938.
Por trazar algunas pinceladas entre la vecindad, el villenense más ilustre, el músico Ruperto Chapí, fue masón. Incluso se dan sospechosas vinculaciones masónicas en las fiestas de Moros y Cristianos. Es el caso de la comparsa de Los Garibaldinos de Sax, en recuerdo al revolucionario Giuseppe Garibaldi, que llegó al grado 33 dentro de la orden.
Hoy en día, la masonería liberal en España y sus grandes orientes, que tanto marcó la historia de Elda y que tantos seguidores tuvo entre industriales progresistas y la burguesía ilustrada, es un trasgo del pasado. Arrollada por el franquismo, la democracia no ha supuesto su resurgimiento, aunque al menos se mantiene viva la llama de su empeño por trabajar al progreso de la humanidad.