Cómo una noche tranquila puede volverse una auténtica pesadilla.
Era invierno, el frío cántabro recorría las calles de una pequeña localidad llamada Somarriba, perteneciente al municipio de Liérnagues. En aquel recóndito lugar a penas vivían 100 personas, y Eva, la nieta de un matrimonio de la localidad estaba de visita aquél día.

No era fácil perderse por aquellas frías y escasas calles de Somarriba, pues es una zona de casas rurales y villas en las cuales los que van por el lugar rara vez se les ve ir a pie. Para casi todo van en algún vehículo.
Eva se percató de que ni siquiera había aceras para caminar entre los chalets y villas, y el recorrido de Somarriba lo realizó en unos escasos minutos.
La noche llegaba y Eva decidió volver a la casa de sus abuelos, pues la iluminación en aquella zona decían que era escasa. No era seguro caminar por esa zona cuando anochecía, pues por allí cruzaba la carretera comarcal CA 405,y no había aceras para la gente de a pie.
Todo era silencio, a penas se oían los cencerros de algunas vacas y animales de granja. El silbido del viento entre los árboles, la niebla que aparecía en aquella época parecían convertir el lugar en un páramo siniestro.
Eva observaba esa quietud fría desde la marquesina de la casa de sus abuelos. Quisieron cenar pronto para irse a la cama, y Eva se quedó sentada cerca de la ventana de su habitación escuchando música con su walkman, mientras observaba a penas el inquietante paisaje.
Al pasar un par de horas, Eva decidió acostarse en su cama, tanta quietud y silencio sólo le produjeron aburrimiento para una chica acostumbrada al bullicio de la ciudad.
No podía dormir, ese silencio le ponía nerviosa, se levantó para prepararse un vaso de leche caliente y volver enseguida a su habitación.
Al regresar volvió a sentarse cerca de la ventana y así tomarse su vaso de leche. Mientras daba los primeros tragos, pudo ver a través de la ventana, una figura humana que se iba apareciendo frente la entrada de la finca.

La niebla a penas dejaba ver el aspecto de esa persona, sólo se percibía que estaba a lo lejos, quieta, y mirando fijamente a la ventana donde se encontraba asomada Eva.
Llegó a pensar que era un vecino echando un pitillo, o algún caminante que volvía a su casa. Pero la figura permanecía allí, inmóvil, demasiado raro para ser alguien que estaba de paso.
Para no darle más vueltas al asunto, Eva volvió a la cama para intentar dormir. Los minutos pasaban, y los minutos se convertían en horas. Eva no podía dormir. Se levantó para irse a ver la televisión y pudo observar que aquella presencia seguía ahí fuera, pero está vez estaba dentro del terreno de la finca.
Asustada, Eva fue a despertar a sus abuelos y les contó lo que veía por la ventana. Los abuelos le quitaron importancia, le dijeron que seguramente sería el vecino, que solía pasear por la noche con sus perros. Pero no, esa figura estaba horas ahí parada y cada vez estaba más cerca de la casa.
Angustiada, Eva insistió a que mirasen por la ventana, y mientras llegaban a la habitación de Eva, oyeron tocar a la puerta.
Eva dio un grito muy fuerte, decía que no vayan a abrir, que era esa persona extraña. Un loco, un asesino, de todo se le ocurrió para evitar que vayan a abrir la puerta.

El abuelo se acercó a la entrada y en voz alta preguntó quién era. No hubo respuesta, pero si volvieron a llamar a la puerta con dos fuertes golpes. No podían ver a nadie afuera, la niebla impedía que se pudiese ver a través de la mirilla de la puerta.
Eva se abrazó a su abuela, ambas asustadas y casi llorando, mientras que fuese quién fuese que estuviera afuera no cesaba de llamar fuertemente a la puerta.
El abuelo le gritaba que se identificara, pero nadie contestaba, entonces amenazó con llamar a la policía. Todo seguía igual, cada vez los golpes a la puerta eran más fuertes, con lo que decidieron mirar desde las ventanas del piso de arriba para ver mejor quien era el que estaba llamando a la puerta.
Cuando miraron por la ventana vieron a esa misma presencia enmedio del interior del la finca, a escasos metros de la puerta de entrada. Pero aún así seguían llamando fuertemente a la puerta.
Confundidos y aterrados, decidieron llamar a la policía, mientras que los golpes a la gruesa puerta de la casa no cesaban, y eran cada vez más violentos. El abuelo empujó un pesado mueble que tenía al lado de la puerta para ponerlo delante, ya que temían que tirasen la puerta abajo.
A los 20 minutos llegó un coche patrulla, Eva pudo ver qué la figura humanoide se difuminó cuando los faros del coche del policía alumbraron la fachada de la casa, como si esa presencia estuviese hecha de humo.
Los agentes hablaron con el matrimonio y echaron un vistazo por la finca sin encontrar nada ni nadie en sus alrededores. Al rato y después de tomar declaración se marcharon. La noche continuó en silencio, pero ninguno de ellos pegó ojo.
A la mañana siguiente, Eva empacó sus cosas porque sus padres venían a recogerla. Se despidió de sus abuelos y se marchó rápido escuchando el insistente claxon del coche de sus padres. Al cerrar la puerta, vio varias marcas y arañazos en la puerta de la casa, pero prefirió no preguntar nada más y se fue corriendo de allí para olvidar cuanto antes lo sucedido aquella extraña y fría noche.