La masonería adogmática española ultima una propuesta de medidas contra el cambio climático
El documento rechaza la validez de la economía sostenible y plantea como alternativa el método desarrollado por Lavoisier
Las logias españolas del Gran Oriente de Francia (GODF) están ultimando un paquete de medidas para combatir el cambio de climático. Una vez se tramite y se dé el visto bueno en los órganos de gobiernos de rue Cadet, en París, los ponentes tratarán de incorporarlo a la Constitución y resto de documentos con vinculación legal de la institución masónica.
Los trabajos arrancaron en diciembre de 2019 en paralelo a la celebración de la cumbre del clima en Madrid. Durante todo este tiempo, las logias españolas han trabajado sobre el desarrollo sostenible, llegando a la conclusión de que el actual modelo es “inviable e indeseable”, por su mecánica de producción ad infinitum, “lo que acabará esquilmando el planeta y provocando graves consecuencias, entre ellas el cambio climático”.
De esa forma, la masonería adogmática española considera erróneo “ese enfoque economicista del desarrollo que señala que el bienestar personal está íntimamente relacionado con la riqueza global de los países, y en el cual la idea de “un mundo mejor” va ligada al crecimiento económico bajo la premisa de “cuanto más se consume, más feliz se es y más desarrollado está un país”, porque el “desgaste” de los recursos no se corresponde directamente con el bienestar”.
DESARROLLO SOSTENIBLE
Uno de los primeros conceptos que se acuñaron para remediar ese consumismo desmedido y depredador fue el de “desarrollo sostenible”, que se define como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las de las futuras generaciones. Aunque a priori pueda parecer una solución, actualmente, las posturas sobre la inoperatividad de ese concepto señalan que bajo la etiqueta “desarrollo sostenible estamos perpetuando un modelo economicista edulcorado con la sostenibilidad, pero sin sustanciales cambios”, agregan las mismas fuentes.
ECONOMÍA CIRCULAR
“Nada se pierde, todo se transforma”, dijo el químico, biólogo y economista francés Lavoisier a finales del siglo XVIII, estableciendo un revolucionario concepto científico que, sin embargo, era tan viejo como el planeta, el del equilibrio en la naturaleza.
La llamada “economía circular” es, más de dos siglos después, la puesta en práctica de esta expresión. El modelo que propone va más allá de reciclaje. No se trata sólo de minimizar o reparar los daños, sino de ir a la raíz del problema. Desde la propuesta de Lavoisier hasta llegar a la filosofía de diseño “cradle to cradle” (de la cuna a la cuna), que considera como nutrientes todos los materiales involucrados en los procesos industriales y comerciales. Lograr una extensión de vida del producto y reducir, por tanto, la generación de residuos.
La línea roja del progreso está ahí, en respetar los límites del planeta. En dirección contraria al “crecer a cualquier coste social y ecológico”, la economía circular apuesta por cambiar el modo de producción, a fin de lograr que cada producto tenga múltiples ciclos de uso y fabricación, esto es, que los recursos se conviertan en productos, los productos en residuos y los residuos en recursos.
La naturaleza tiene la respuesta. Los ecosistemas y su funcionamiento son el ejemplo a imitar, el modo de descubrir que solo tiene futuro lo sostenible. La naturaleza teje conexiones, fomenta la cooperación y la interdependencia entre los organismos y construye así ecosistemas prodigiosos y sostenibles. No hay que olvidar que otros organismos hacen cosas muy similares a las que nosotros necesitamos hacer. En efecto, el fin último del desarrollo sostenible es reproducir la dinámica de la naturaleza.
Las empresas se están dando cuenta de que reutilizar y compartir recursos tiene también sentido desde el punto de vista económico. Según datos de la Fundación Ellen MacArthur y de la Comisión Europea, las empresas de la UE podrían ahorrar anualmente hasta 600.000 millones de euros si realizan la transición a un modelo de economía circular. Además, se estima que las medidas adicionales que se adoptarán para aumentar la productividad de los recursos en un 30% para el año 2030 permitirán un aumento del PIB de casi un 1% y la creación de 2 millones de puestos de trabajo adicionales. Esto entronca directamente con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (aprobada por los dirigentes mundiales en septiembre de 2015 en una cumbre histórica de las Naciones Unidas) que entraron en vigor oficialmente el 1 de enero de 2016.
Jane Jacobs, una de las grandes referencias en el urbanismo moderno, en su libro “Muerte y vida de las grandes ciudades americanas”, escrito en 1961, ya proclamaba que “las ciudades son las minas del futuro”. La madrina de los urbanistas predijo en cierta forma el auge de la minería urbana al darle una definición antes in
cluso de que el término existiera. Pero la idea de la minería urbana también puede ampliarse hasta el reciclaje y la reutilización sistemática de toda clase de residuos generados por los seres humanos, de manera que apenas haga falta recurrir a la Naturaleza para producir nuevos bienes. En una palabra, sostenibilidad.
El recalentamiento global
Todos hemos visto fotos o imágenes desde los satélites espaciales de nuestro bello planeta tierra. En las zonas más pobladas, las grandes ciudades se ven como una gran fogata desde el espacio sideral, que abarcan grandes extensiones.
Tomando como ejemplo a Caracas, ciudad tropical a 10° de latitud norte, en la que el día y la noche tienen igual duración de tiempo, con escasos minutos de diferencia entre julio y diciembre. En el pasado, existía un sistema de iluminación rudimentaria, se encendían unos faroles alrededor de la plaza Bolívar y sus calles aledañas; estos faroles inicialmente eran de aceite o grasa animal, luego de queroseno, pero su luz era muy pobre y no influían mucho en la temperatura ambiente. Con esto quiero evidenciar, que en esa ciudad la temperatura normal era de 10 a 12 grados, llegando a 17 grados cuando hacía calor. Con el desarrollo, ahora es de 25 a 30 grados, bajando ligeramente en las noches. Así cómo ha ocurrido en esta ciudad también ha ocurrido en todo el mundo.
Estoy viendo propuestas para bajar la temperatura del planeta para que se lancen al espacio parasoles…. muy costoso y engorroso, es demasiado evidente, mi propuesta es simple y económica.
Propongo a las autoridades mundiales que se elimine el alumbrado público para bajar la temperatura mundial, por el tiempo que sea necesario.
Si un bombillo tiene una caloría A, y en una ciudad hay infinitos bombillos de caloría A, también es infinitamente mayor el calor y esto a su vez se multiplica exponencialmente en todo el mundo.
Un bombillo incandescente de 100 W tiene 2.500 grados de temperatura, y ella es la que ilumina (luz) y por ende es la que genera calor.
La electricidad al pasar por un filamento lo calienta y genera CALOR produciendo la luz. Además de esto, si se necesita “A” cantidad de energía eléctrica para encender un bombillo, se necesita infinitamente más energía eléctrica para infinitos bombillos.
Por consiguiente, eliminando el alumbrado público, la economía en electricidad también será infinitamente menor.… MENOR COSTO.
Un T:.A:.F:.
Angel Ricardo Fajardo