La Gran Logia de España lamenta el olvido del Senado a los masones en el Día de la Memoria del Holocausto
La Gran Logia de España (GLE), a través de su newsletter, ha lamentado el olvido del Senado a los masones en el Día de la Memoria del Holocausto. De acuerdo al texto que han difundido en redes sociales, las seis velas en memoria de las víctimas del Holocausto volvieron a brillar en el Antiguo Salón de Sesiones del Senado, que ha acogido el acto del Día Oficial de la Memoria del Holocausto y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. La primera brilla en memoria de los seis millones de judíos exterminados; la segunda recuerda que tres millones eran mujeres; la tercera, que medio millón y medio eran niños; la cuarta brilla por los gentiles perseguidos y exterminados por los nazis; la quinta por los justos de las naciones que no miraron a otra parte; la sexta por los supervivientes de los campos que aún están entre nosotros. Brillaban porque es preciso recordar para que la historia no vuelva a repetirse.
Allí estaba, la cuarta de las velas, titilando, recordando en silencio, también, a los cerca de 200.000 masones que murieron en los campos por su condición de iniciados, marcados con el triángulo rojo reservado para los enemigos políticos del III Reich. Solo ella tuvo un recuerdo para esta institución. Así las cosas, la GLE ha echado de menos a Isaac Querub, que cada año hacía sonar en el Antiguo Salón de Sesiones, el nombre de la Masonería en la larga lista de las víctimas Holocausto. Este año, en el único país del mundo que ha tenido un tribunal para la represión de la Masonería, todos los intervinientes se olvidaron de este colectivo.
“Un olvido que duele en un país que dice querer hacer memoria y olvida”, indica la GLE en el escrito, para recordar que fue esta institución “el epicentro del odio de su propio dictador”. Así las cosas, la organización se ha sumado a las palabras de la vicepresidenta primera y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo, que explicó que “negar la verdad nos coloca en una zona de peligro extraordinario para nuestra propia existencia, para las convenciones con las que somos capaces de trazar la convivencia, de reconocernos, de respetarnos, de desarrollarnos en todas y cada una de nuestras libertades y nuestra diversidad”.
El exterminio de la masonería bajo el régimen nazi se inició de forma muy temprana. En 1934 se confiscaron sus bienes, sus bibliotecas, sus archivos y se decretó que las logias eran enemigas de Estado alemán. La Masonería se convirtió en una obsesión particular de Reinhard Heydrich, uno de los principales arquitectos del Holocausto, que consideraba a los masones, junto con los judíos y el clero como los “enemigos más implacables de la raza alemana” y argumentó la necesidad de eliminar no solo las manifestaciones visibles de estos “enemigos”, sino de desarraigar de cada alemán el “residuo infeccioso judío, liberal y masónico que permanece en el inconsciente de muchos, sobre todo en el mundo académico e intelectual.”
La sección especial II/111 del Servicio de Seguridad de las SS se ocupó específicamente de la represión de la Masonería. Los Nazis disolvieron todas las organizaciones masónicas en los países ocupados incautando su documentación, que fue remitida a la Oficina Central de Seguridad del Reich. Fueron primero marcados y después enviados a los campos, como otras víctimas. Entre los archivos incautados estaban los del Grande Oriente Español en el exilio de París, que fueron copiados y remitidos a Madrid para alimentar el funcionamiento del Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Se calcula que cerca de 200.000 masones de toda Europa fueron exterminados víctimas del Holocausto. En su memoria, miles de masones en todo el mundo aún llevan en sus tenidas un nomeolvides en la solapa.