James Anderson y la creación de la Primera Gran Logia

Rubén Legidos

James Anderson es uno de los personajes más conocidos en la historiografía de la Orden Francmasónica. Su importancia radica en ser el autor de la primera y segunda edición de las Constituciones de los Francmasones, texto fundacional de la Masonería moderna. Su principal aportación se aprecia en la parte histórica, en la que se destaca la supuesta antigüedad de la Orden desde tiempo inmemorial. Además, Anderson tuvo mucho que ver en el intento por definir la perspectiva de la masonería en lo que respecta a la religión.

Hoy en día, entre los francmasones se generan sentimientos contradictorios sobre el pastor escocés. Para unos, es el símbolo y padre de la Masonería moderna; para otros es un impostor. Esto le hace ser amado por muchos y odiado por igual. Pero, ¿por qué existe tanta inquina contra él? ¿Cuál fue su papel en el nacimiento de la masonería especulativa? ¿Fue relevante su figura y aportación, o fue un mero instrumento de la Gran Logia?

  En los orígenes de la masonería se confunden a veces la leyenda y la realidad histórica. En ocasiones resulta difícil poder delimitar claramente dónde empieza una y acaba la otra. En aras de una comprensión más fidedigna del nacimiento de la Gran Logia de Londres y Westminster y de su naturaleza esencial, es fundamental entender y conocer al verdadero Anderson, alejándonos de estigmas y prejuicios partidistas.

La primera pregunta que cabría hacerse con tal fin es: ¿qué llevó al Comité de la naciente Gran Logia a la elección de un escocés como James Anderson, más allá de sus virtudes intelectuales y su título de Doctor en Filosofía, como redactor de las Constituciones?

Varias han sido las hipótesis barajadas por los principales especialistas en la materia:

  1. James Anderson tenía fama de ser un excelente predicador presbiteriano, con un carácter marcadamente dialogante y gran habilidad para consensuar opiniones contrarias. Esta cualidad, sin duda, era extremadamente necesaria para el proyecto masónico en su origen, pues iba a necesitar poner en común acuerdo a masones católicos irlandeses, anglicanos ingleses y presbiterianos escoceses, temerosos de las reformas que se proponían.
  2. Desde 1720, el pastor Anderson se encontraba en una situación económica delicada. Para paliar su situación y con ánimo de hacerse responsable de sus deberes frente a sus acreedores, comenzó a tener una actividad paralela a la del ministerio eclesial. En ella elaboraba árboles genealógicos por encargo de todo aquel que se lo pidiera[1].  Tenía un verdadero arte para enlazar los apellidos que se requiriesen a supuestas líneas de nobleza o héroes antiguos. Su tarea no consistía siempre en ser fiel a la línea de sangre de aquel que lo solicitaba, sino satisfacer en la medida de lo posible al cliente con el apellido que deseara. Esta gran habilidad de enlazar viejas historias con modernas pudo ser motivo para su elección, dado que las Constituciones aspiraban a ser un documento de identidad que hundiera sus raíces más allá de cualquier tiempo moderno.
  3. Otra hipótesis afirma que Anderson estaba familiarizado con la francmasonería desde su juventud en Escocia, pues su padre había sido miembro de la Logia de Aberdeen, ocupando el oficio de Secretario. Durante el ejercicio de su cargo recopiló el elaborado Libro de Marcas de la logia, el cual nos ha llegado hasta nuestros días.

Aun así, no se ha encontrado hasta la fecha de hoy un documento que atestigüe la pertenencia a dicha logia de su hijo. No obstante, ha quedado evidencia de que James Anderson usaba como firma y sello personal una marca de cantero: una cresta que corona un escudo de armas familiar (la misma marca utilizada por su padre). También, gracias a fuentes externas a la masonería, sabemos que, en uno de los panfletos de un sermón de Anderson, el pastor denunciaba a Carlos I, calificándole como «un hermano fraudulento», «maestro del fraude» y «maestro del oficio» (Craft Master, aquí Craft significa tramar, engañar, confabular[2]).

Otro factor histórico que hace que esta tercera tesis sea la más factible es que, según Patrick Négrier, Anderson introdujo la tradición de la Palabra de Masón (signos y toques para reconocerse entre hermanos) en el seno de la Gran Logia de Londres y Westminster, conocimiento que habría recibido de su padre, quien había sido miembro de la Logia de Aberdeen, en la cual que practicaba el Rito de la Palabra de Masón (Mason Word). Ahora bien, ¿cómo supo la Gran Logia de su conocimiento de la Palabra de Masón?

 

En la elección de James Anderson fue decisivo Desaguliers. Se sabe que este ministro de la Iglesia de Inglaterra, capellán y, más informalmente, ingeniero consultor del duque de Chandos (miembro de la Royal Society), mantuvo una cena con el duque en julio de 1721 en su mansión de Cannons, a la que asistieron otros líderes escoceses, entre ellos John Campbell, preboste (alcalde) de Edimburgo. Un mes más tarde, Desaguliers viajó a Edimburgo a supervisar la provisión de aguas en el concejo del burgo. Como Desaguliers ya había diseñado la instalación de cañerías para el sistema de aguas de la hacienda de Cannons, parece que fue durante la cena cuando Campbell y Desaguliers coordinaron la labor a realizar en Edimburgo. Previamente, el ministro anglicano no había tenido contacto conocido con Escocia o con la francmasonería escocesa. Pero una vez que se halló en Edimburgo, hay documentos que constatan que Desaguliers estuvo en la Logia Mary`s Chapel. El acta del 24 de agosto de 1721 dice así:

«En este día el Dr. Jean Theophile Desaguliers, miembro de la Royal Society y capellán de su Excelencia James, Antiguo Maestro General[3] de las Logias masónicas en Inglaterra, estando en la ciudad y deseando conferenciar con el Vigilante[4] y los Maestros Masones de Edimburgo, solicitó una entrevista que se le concedió. Al hallarlo cualificado en todos los aspectos de la masonería, lo recibieron como hermano en la sociedad».

Los masones escoceses tuvieron el cuidado de comprobar la validez de las credenciales masónicas del inglés Desaguliers antes de admitirle en su logia. En los días siguientes, Desaguliers estuvo presente cuando el preboste Campbell y otros funcionarios notables de Edimburgo fueron admitidos en la misma. Un mes tras la presentación de Desaguliers en la masonería escocesa, el escocés Anderson fue comisionado por la Gran Logia para preparar una versión revisada de las Constituciones de los Francmasones. Es muy tentador concluir que la elección de Anderson estuvo ligada a la visita de Escocia por Desaguliers, pues este último, al regresar a Londres, habría persuadido a la Gran Logia de que un experto escocés era necesario. Pero evidentemente, esto es una hipótesis sin pruebas documentales; sí la fundamentan evidencias circunstanciales.

***Imagen del libro de actas de la Logia Mary`s Chapel en Edimburgo, señalando lo referente a la visita de Désaguiliers.

 Independientemente de los motivos, los cuales analizaremos más tarde, al final del siglo xix los historiadores masónicos comenzaron a diseccionar el trabajo de Anderson en las Constituciones y pronto se hizo habitual burlarse de él y criticarlo. Su versión de la historia de la masonería se compone en gran parte de invenciones que fueron equivocadamente consignadas. Las definiciones de algunos puntos críticos son ambiguas, y aun refiriéndose a sucesos de su propia época, fue poco veraz (se cree que a veces deliberadamente).

  Esto provocó que el statu quo de Anderson decayera, por lo que la indignación por sus errores creció. El pastor presbiteriano fue hallado culpable de las acusaciones al demostrarse que sus errores en los trabajos habían guiado a la francmasonería desde prácticamente su origen. Esto provocó en algunos masones cierto resentimiento y, a la vez, vergüenza ante la idea de que la francmasonería estaba basada en una historia falseada.

  Los historiadores culparon decididamente a Anderson de tener motivaciones poco ortodoxas en sus trabajos, y muchos de los hermanos de corte tradicionalista tienden a demonizar en extremo la figura de Anderson, achacándole todo tipo de posibles manipulaciones y profanaciones de la supuesta masonería pura, anterior al periodo especulativo. Incluso algunos hermanos han llegado a calificar a Anderson como un historiador pésimo y un innovador bárbaro.

  Atacar al mensajero es en ocasiones lo más sencillo, y este caso lo así lo atestigua. En cierto grado, el pastor era el eslabón más débil, pues se le podía criticar sin afectar así a los cimientos de la Gran Logia. En cierto modo, Anderson parecía estar condicionado no con pocos agravantes externos a su conducta, pues era:

1) Un ministro religioso «no conformista[5]».

2) Un escocés al que se le dio la tarea de compilar la historia de la francmasonería inglesa.

3) Pobre, lo cual fue utilizado como evidencia de que la motivación de él siempre fue hacer dinero (como si su interés en la francmasonería fuese conseguir un empleo literario remunerado).

Así fue cómo la pobreza de Anderson se hizo la excusa más fácil y común para argumentar que su interés por la francmasonería era el de hacer dinero. Es decir, sus motivaciones fueron un tanto egoístas y personales, y usó como medio a la Gran Logia de Londres y Westminster.

  Con este tipo de argumentos, parecía que se salvaba a la Gran Logia de cualquier falsedad y se atribuía dicha manipulación a Anderson, presentándole como alguien externo que utilizó a la fraternidad para sus fines propios. Esta acusación tan repetida por algunos ¿es totalmente cierta? O incluso ¿es veraz? ¿Es la pobreza fundamento más que suficiente para empañar la labor de Anderson en la Gran Logia?

  La respuesta no es tan sencilla como algunos pretenden. La figura de Anderson y su papel en la fundación de la Gran Logia requiere un análisis complejo. Su figura en ocasiones ha estado eclipsada por otros, incluso llegando a decir que él tan solo fue el secretario de lo que dictaba gente como Desaguliers. Pero tal idea no parece ajustarse a la realidad de los hechos, y parece ser que el pastor fue mucho más que un mero escribiente.

En el ámbito de la investigación masónica, Anderson sigue siendo para muchos un enigma que resolver; una tarea pendiente. Un ejemplo de ello, es que al hablar de él, muchos piensan en este grabado.

Este grabado, fue muy divulgado a partir de su primera aparición en la A New Encyclopaedia of Freemasonry, de A. E. Waite. Pero esta no es una imagen auténtica de Anderson. El retrato apareció por primera vez en Gentlemans Magazine en mayo de 1809 y es del Dr. James Anderson, el economista (1739-1808), no nuestro pastor.

El único retrato contemporáneo de Anderson del que hay constancia es un grabado de William Hogarth y se llama «Los misterios de la masonería sacados a la luz por Gormogones» fechado en 1724.

Anderson, aparece caminando con la cabeza metida entre los peldaños de la escalera, lo cual probablemente sea una alusión a las pruebas iniciáticas. Otros personajes en el cuadro son el de la figura en la armadura, Philip, Duque de Wharton, y la otra, la figura montada en el asno, Désaguliers.

  Esta terrible confusión y distorsión respecto al rostro del pastor presbiteriano Anderson es perfectamente extrapolable a todas las dimensiones que envuelven a este personaje tan importante dentro de la masonería y a la vez tan desconocido por muchos.

¿Qué rostro tendría entonces nuestro querido hermano James Anderson?

*** James Anderson (Pastor)***

[visto por el artista Sergio Simancas]

Para más información y ahondar en esta fantástico tema, se recomienda el libro de Ediciones Matrioska: “James Anderson y la creación de la primera Gran Logia”. Disponible en: https://edicionesmatrioska.es/producto/james-andersons-y-la-primera-gran-logia/