El 8 de marzo tiene color masónico

La masona Clotilde Cerdà creó en Barcelona la Academia para la Ilustración de la Mujer, primera organización feminista de España
Cuenta la historiadora Ana María Pérez Martín en su artículo ‘Las Mujeres en la Masonería’, que la relación de éstas con el arte real se inicia prácticamente con su propio origen, siendo precursoras del movimiento feminista.
No es de extrañar si se tiene en cuenta que fue una masona, Clara Campoamor, de ideología liberal, quien consiguió con un enorme esfuerzo el voto femenino en España en la II República en contra de su propia organización (Partido Radical) y de la totalidad de las izquierdas, que consideraban a las mujeres de derechas por el influjo de la iglesia.
Hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Es de justicia recordar nombres como los de la citada Campoamor, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos, Rosario de Acuña, Maria Deraismes o Madame Blavatsky, entre otras muchas que en su momento hicieron avanzar la rueda de la historia en el sentido del progreso, la libertad, la igualdad y la fraternidad.

La masona Clara Campoamor consiguió el voto femenino en España en la II República.

Relata Pérez Martín en las conclusiones de su trabajo: Las mujeres masonas han sido durante siglos constructoras de catedrales, dinamizadoras de la cultura, insurgentes revolucionarias, reinas, emperatrices, escritoras, periodistas, musicólogas, dramaturgas, filósofas, médicas…
Mujeres de todas las clases sociales, etnias y opciones sexuales, pero siempre en defensa de lo que une y no de lo que separa, para construir un mundo mejor. La francmasonería femenina ha guiado a la mujer durante mucho tiempo en la construcción de su propio templo interior, dándoles a las iniciadas los instrumentos necesarios para redescubrir y exaltar mediante el esfuerzo los valores que fundamentan la verdadera evolución personal y colectiva.
Ellas, que con sus experiencias y conocimientos contribuyeron al progreso de la humanidad, tuvieron que superar caminos difíciles y numerosos obstáculos de diversa índole. No obstante, tenemos que reconocer que hubo exclusión y en la actualidad una de las ramas de la masonería aún no admite a mujeres como miembros de pleno derecho, quienes siguen considerando irregular la presencia de las mujeres en las logias.
En España y Francia la masonería de Adopción tuvo mucha fuerza a finales del siglo XIX, aunque se puede constatar que paralelamente había logias masculinas que iniciaban a mujeres en el rito masculino donde las mujeres asistían a los trabajos de la logia y podían obtener cargos de responsabilidad.
En pleno siglo XX, se fundó en Paris una masonería exclusivamente femenina e independiente y que en 1952 tomó el nombre de Gran Logia Femenina de Francia, adoptando los signos del Rito Escocés y Antiguo y Aceptado que utilizaban los hombres (70%), con el Rito Francés (30%), con el Rito Escocés Rectificado y una logia que sigue trabajando con el Rito de Adopción.
En la actualidad existen once logias de mujeres en España, pertenecientes a Gran Logia Femenina de España, que en su web ofrece un interesante relato que en un día como hoy conviene rescatar.
La Masonería fue extendiéndose también por Francia, aunque a ambas orillas del Canal de la Mancha afloraron pronto algunas diferencias. Son los años ya de la independencia de los Estados Unidos con una Inglaterra más tradicional y conservadora y una Francia que vive de lleno la Ilustración y una cierta enemistad hacia Inglaterra.
La masonería en Francia se cuestionó pronto la incongruencia de defender los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad sin aceptar a las mujeres en sus logias. Más aún teniendo en cuenta que, en aquellos momentos, algunas mujeres muy cultas ocupan posiciones socialmente respetadas como es el caso de las llamadas “salonnières”, en cuyos salones se reunían los personajes más destacados del momento, como Ana Caterina de Ligniville.
A finales del siglo XVIII, El Gran Oriente de Francia dio paso de forma definitiva a las Logias de adopción o Masonería de Damas. Situándonos en la perspectiva de aquellos años, podremos comprender que se trataba de un gran avance. Sin embargo, la evolución de estas Logias no fue continuada, porque con la Revolución francesa, como sucedió también en las Logias masculinas, los masones fueron en muchos casos perseguidos.
En España, aunque con unos años de retraso, la mujer también se incorporó a estas Logias de adopción. En este sentido, debemos considerar dos periodos más o menos específicos, uno a finales del siglo XIX y otro durante la Segunda República, como ocurre también con la masonería masculina. Después, el paréntesis del franquismo, como es bien sabido, representa un parón, con la consiguiente persecución, por parte de la dictadura, de los que pertenecieron a la masonería.
Las primeras mujeres masonas españolas de finales del siglo XIX, según consta en archivos y publicaciones, eran en su mayoría mujeres cultas pero dedicadas a la familia, aunque algunas, las menos, fueron escritoras o artistas. Sin embargo, en los años de la II República y la Guerra Civil española las mujeres masonas habían cambiado ya de perfil, como lo había hecho también la sociedad. Algunas ya son maestras, periodistas, matronas o abogadas.
Hay que resaltar aquí la figura de algunas masonas que marcaron su época como Clotilde Cerdà, iniciada en la Masonería el año 1881, como consta en archivos, fue concertista de arpa de éxito mundial también conocida como “Esmeralda Cervantes” e hija del urbanista Ildefons Cerdà. Clotilde Cerdà creó, en Barcelona, una institución educativa femenina, la llamada Academia para la Ilustración de la mujer, donde se impartían enseñanzas de Ciencias, Artes y Oficios y en ella empeñó su fortuna.
Por los mismos ideales de progreso para la Humanidad trabajaron también Rosario de Acuña, periodista y escritora, iniciada en la Logia de adopción Constante Alona de Alicante y la sevillana Ángeles López de Ayala, escritora, poetisa, activista republicana, fundadora de publicaciones periódicas y feminista convencida. Ella fundó, junto a Amalia Domingo del colectivo espiritista de Barcelona y la anarquista Teresa Claramunt, las dos masonas como ella, la Sociedad Autónoma de Barcelona, una importante asociación feminista de aquel momento.
Después, la Dictadura de Primo de Rivera de 1923 a 1930 prohibió la Masonería, tanto masculina como femenina, aunque fuese recuperada después. Junto a todas las masonas españolas de este segundo período que, aún sin tener una actividad pública conocida, trabajaron regularmente en sus logias, se encuentran otras como Carmen de Burgos “Colombine”, la primera periodista profesional de España o la jurista madrileña Clara Campoamor, a quien, por su coraje y decisión, le debemos el voto femenino aplicado a partir de la II República. Campoamor fue iniciada en Madrid en la Logia de adopción Reivindicación.
Mientras tanto, la Masonería femenina en Francia seguía su paso firme. En 1936, tuvo lugar un Congreso de las Logias de Adopción dependientes de la Gran Logia de Francia en el que se designó una presidenta para dirigir los trabajos de estas Logias y, ya al finalizar la II Guerra Mundial en 1945, dichas logias comenzaron a trabajar de forma totalmente autónoma, bajo el nombre de Unión Masónica Femenina de Francia, que en 1952 cambiaron por el de Gran Logia Femenina de Francia.
Los esfuerzos de la Gran Logia Femenina de Francia en España, después del paréntesis del franquismo, unidos a los que realizaron las mujeres pioneras españolas de aquellos años por el progreso de la masonería femenina en nuestro país dieron sus frutos en 1984 con la creación de la Logia “Luz Primera” en Barcelona. Es ahora cuando es imprescindible mencionar a Libertad Morte, española de nacimiento, pero francesa de adopción, por su papel especial en todo ello.
Libertad Morte, hija de un masón republicano y exiliada, se inició en Francia a los 22 años. Fue miembro de la Resistencia durante la II Guerra Mundial y fue Gran Maestra de la Gran Logia Femenina de Francia en dos ocasiones, fundadora de varias Logias y una de las promotoras de las primeras Logias en España, aunque no pudo ver la creación de la Gran Logia Femenina de España en el año 2005, ya que falleció en 1989.
Sabemos que la Historia no evoluciona de forma continuada siempre en el mismo sentido, sino que avanza y retrocede en determinados momentos y, en su seno, la Historia de las mujeres está llena de silencios permanentes. Silencios que responden no a una cuestión natural, sino a la imposición cultural interesadamente idealizada que, basándose en la biología, la relega al ámbito del hogar y equipara el silencio femenino al modelo de virtud y abnegación en su papel esencial de madre. De esta forma, la historia de la Humanidad se ha convertido, durante mucho tiempo, en la Historia de los hombres. Si miramos la Historia con ojos distintos, con ojos mucho más objetivos y ciñéndonos a los datos demostrables y a la ecuanimidad, como ya hacen bastantes historiadores e historiadoras, nos daremos cuenta de la diferencia.
Durante la Edad Media, es cierto que las mujeres no podían asistir a las escuelas y universidades que se creaban entorno a las catedrales, pero algunas de ellas se formaron en abadías femeninas o en su hogar porque eran hijas, esposas o hermanas de los nobles de la época o de maestros artesanos gremiales. Entre todo el personal que trabajaba en la construcción de catedrales se hace cada vez más evidente que había una cantidad nada despreciable de mujeres escultoras, pintoras de frescos, retablos o miniaturas y cosedoras de ropa.
Estas mujeres constructoras operativas constan en las antiguas ordenanzas y actas municipales, o en los libros de cuentas y pagos, con los sueldos que cobraban por su trabajo en la construcción de catedrales como las de Burgos, Toledo, Gerona y León en España y en muchas más de toda Europa. Además de ser especialistas, las mujeres podían dedicarse a la limpieza o al transporte de materiales y suministros, oficios que no requerían especialización y entonces se las designaba solo como “mujer”, sin nombre, aunque en ambos casos, entonces como ahora, el sueldo que recibían era inferior al del hombre.
Entre todas ellas, cabe mencionar a Sabina von Steinbach, también conocida por su nombre en francés, Sabine de Pierrefonds e hija de Erwin von Steinbach, maestro constructor de la catedral de Estrasburgo en la que ella esculpió bastantes de las esculturas de su pórtico, una de las cuales es una figura femenina con los útiles propios del oficio de escultora y que muchos quieren considerar como su autorretrato. Más tarde, también trabajó en Notre Dame de París.
Sin embargo, el rechazo a la participación de la mujer en el ámbito social fue creciendo poco a poco, desde finales del siglo XIII, y ya en el Renacimiento, las mujeres tenían prohibido ingresar en los gremios a los que antes habían pertenecido.