Cómo ser la versión 1.0 de ti mismo

Niciarse no sólo es comenzar, es también una búsqueda de todos los elementos que deben de constituir un camino nuevo.
Si en el inicio de esa búsqueda individual puedes encontrar personas que te ayuden a hacerlo de una forma colectiva, lo que logras es una acumulación de conocimiento que te permite ir “más allá”.
Son las ocho y cuarto de la tarde. Estoy sentado solo (no tan solo, oigo el silencio de dos personas más) y con los ojos cerrado me inicio. Desnudo de pie y toso. Me ofrezco (me ofrecen) a la oscuridad. Un camino con guía, bajo la confianza de abrir una nueva puerta en mi vida (me pregunto si hay duda del encuentro de “la Luz”).
Ha sido un día largo e intenso de emociones, Sara (mi hija) se ha casado este mediodía, y estoy ciertamente con la cabeza llena de pensamientos/sentimientos que bullen. Pero ahora estoy en otro espacio, otra ciudad, otra hora, otra espera, un nuevo y expectante sendero. Bajo el consejo de un amigo (ahora hermano) no he buscado ningún elemento del rito iniciático, luego todo ha sido sorpresivo y confiado.
Felicite a mí, ahora hermana, pues sabía que era un momento excepcional por la incorporación de una mujer a esta Logia. Me sentí especial, por ser tres nuevos aprendices quienes, al unísono, nos incorporamos al aprendizaje. Nada sabía de rito, del despojo de la vestimenta y de las pruebas a las que iba a ser sometido. Deposite toda la confianza en que nada malo iba a ocurrirme.
Y comencé el camino.
Desequilibrado sin un zapato, cegado los ojos, pero con el alma abierta al conocimiento de un nuevo mundo para mí, ésa era la situación hacia la que me disponía. Sentí una acogedora sensación al comprobar que mi acompañante (mi guía), no me iba a dejar caer.
Primera prueba: Rápida, atropellada, ruidosa y golpeante. Atolondramiento hacia el agua, el inicio de la vida y a continuación, vuelta a un lugar indefinido. En la cabeza las preguntas de recepción y el aval que nos permite superar la prueba.
Segunda prueba: más calma, mi acompañante, mi guía me consuela con pequeños golpes de su mano, nos pasan por el viento y el aire nos da respiro. Baja el latido de mi corazón un poco. Nuevas palabras de recepción y superación de la prueba.
Tercera prueba: recorrido en calma y con mesura, me sigue molestando el pie descalzo que me desequilibra, pero mi guía me tranquiliza con pequeñas palmadas de calma, me da confianza, más si cabe que la que yo he depositado en la ceguera, y viene la marca del fuego.
Hubiera sido posible en otras circunstancias tener miedo a la marca, pero estoy dispuesto a ser marcado (nunca me han gustado los tatuajes ni las marcas, no por pureza, sino por animalidad, en casa solo he visto marcar a las bestias). Parece que tenemos superada la pregunta de recepción y mantenemos el aval de la segunda voz.
La promesa por la sangre. Tengo la suerte de ser el tercero de los trillizos y siempre oigo la voz de mis compañeros antes de oír la mía. Es un camino hacia mi interior, prueba tras prueba, la ceremonia me lleva hacia dentro.
Y se destapa la luz, a nuestro alrededor encontramos una nueva parte del rito. Las espadas que nos apuntan, personas que desconoces, caras tapadas por mascarillas, ojos expectantes, pero yo veo más hacia dentro que hacia fuera.
Me causa sorpresa la buena disposición del templo, pues conozco que estamos en una situación eventual por la pandemia, pero todos los símbolos están presentes, los reconozco.
Las pruebas, tan físicas y a oscuras, han resultado un viaje a mi interior, las palabras pronunciadas tan extrañas y repetitivas, dan orden al camino. En un principio me pudieron parecer pueriles, pero conforme avanza el rito de iniciación me doy cuenta de que son necesarias para guardar el orden, el equilibrio, el trabajo bien realizado y el simbolismo necesario para que todo se cumpla con sentido. El sentido de pertenencia una organización que busca la verdad en la filantropía y la filosofía.
No conozco a nadie, pero no me siento extraño, me siento primario, primera piedra de mi mismo. También nos sentimos los trillizos solidarios con nuestro triple nacimiento, tampoco conozco a mis acompañantes profanos, ahora hermanos aprendices, pero ya noto el hilo conductor de trillizos. Me gustaría andar una misma senda con ello, pero sé que eso no será posible porque esta va a ser una vida interior aunque caminemos juntos.
Nos vestimos, descanso mi pie descalzo, recupero el equilibrio. Cuando visto el mandil es cuando realmente me siento un iniciado, su blancura dota de pureza al nuevo camino.
En ocasiones me molesta la música, quizás porque no es continuada y sobre todo a fuerza de solemne se torna abrupta, quiere ser alegre y excitante y se vuelve estridente. Hubiera preferido algo más “piano” aunque no fuera el compositor masón.
Llega el ágape y las presentaciones, no hay triple abrazo, yo si tengo el de mi compañero y ahora hermano. La acogida, aunque desconocida es afectuosa, pero la situación actual, comer y beber plantados, no propicia el conocimiento personal, es todo demasiado eventual. Se ha hecho muy tarde, he venido cansado, luego ahora estoy más cansado y tengo que volver, hay una hora de coche. Mañana continuaran las emociones, hoy prefiero descansar sin pensar en nada más.
En los próximos dos días he retornado a la iniciación, me he visto en la necesidad de construir un hombre nuevo con un mundo interior diferente al hasta ahora vigente. La pertenencia a una organización filantrópica que me permite, a través de los rituales acercarme a un mundo nuevo de revisiones morales y filosóficas. Me crea desasosiego no responder a mis propias expectativas, pero a la vez me abre al conocimiento de una moral y unos hermanos nuevos que me ayudaran en ese camino hacia una nueva luz interior.
Mente abierta al aprendizaje, todo por explorar, un nuevo cuerpo y mente por desarrollar, una piedra bruta para crear bellas aristas que sirvan a la construcción de un mundo nuevo y ordenado, que aporte felicidad y humanidad.
Comienzo mi nuevo “ser” con expectación, confianza, humildad y ambición por el conocimiento. Hoy soy mi primera versión 1.0 de mi nueva hermandad. Me entrego, recibidme.
Villena, 22 de octubre de 2020.
Francisco Navarro Maestre